martes, 5 de enero de 2010

El Guerrero y La Diosa

Las mamaicunas me contaron la historia. Me contaron que la diosa primigenia botó su sangre menstrual por los confines de la tierra.
Llegado el día, la pacha brotó matriz, y la matriz tembló y escupió y se convulsionó y fue útero fecundado con sangre nueva. Y de él brotaron hembras, hembras de la diosa.
Pero estas hembras se perdieron por los siglos. Se desconocieron a sí mismas y a sus ancestros.
Así un día el consejo de las ancianas, viendo que había que recuperar a la hembra. Botaron sangre nueva y la pacha nuevamente dio útero fecundado y del útero salieron hembras, con la sangre primigenia, y fueron diosas.
Y diosa soy yo, y diosa es ella, y diosa es él.
La diosa es madurez, es cobijo, es madre, es tierra, es poder y sabiduría, y es amor.
Entonces vino el guerrero y se paró soberbio y pedante delante de la diosa.
La diosa lo mirò, sacó su espada de filigrana de oro, y echó a rodar su cabeza, y de un puntazo le sacó el corazón.
Porque la diosa es benevolencia, y el guerrero estaba más allá de la sanación.
Y en todas las lunas llenas vas a ver a la diosa bailando, la danza maternal de la tierra, de la mujer, del amor, de la fecundidad.
Únete a la danza, no te niegues. Porque los tiempos que vienen son de la diosa.

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