sábado, 9 de julio de 2011

Capullo

Cubrimos los vidrios de negro y tapamos los sonidos de afuera con telas. Dentro de este capullo donde no penetraba el frío y duro exterior, nos encontramos, desnudos de piel y de alma entregando todo ávidamente, queriendo siempre un poco mas.
Hasta que caen las telas y la luz comenienza a penetrar en nuestro capullo irreal y el afuera nos lastima de dolor, de realidad, de juicio.
Y nos quedamos mirando, tocando, conspirando; sabiendo que el reloj de la vida volvió a dar su vuelta inexorable. Sabiendo que por más que quisiéramos, es imposible retener un puñado de arena.
Heridos, sangrando y dolidos, Cubrimos los vidrios de negro y tapamos los sonidos de afuera con telas.

viernes, 8 de julio de 2011

Registro Civil

Los peces naranjas abren las puertas de par en par. Pasan chapoteando los hipocampos, tomados de las manos.
De pronto un colectivo lleno de estrellas de mar retumba por el abismo. Las anemonas cierran los ojos y los oídos, hoy están muy sensibles. El colectivo deja una estela de arena dorada, y atrás pasan los peses espada aspirando rápidamente. Las tortugas juegan con los rallos del sol, que caen en picada desde arriba. Pata de palo trata de seguirlas pero tambalea y choca con un pulpo, que termina bañándolo de tinta.
Bajan los hipocampos lentamente por el abismo, tocan la pared fría y babosa, saben que tienen que seguirla hasta el final. Les dieron las indicaciones, pero se les perdió el papiro donde estaba escrita. No saben en qué bolsillo la pusieron.
Contrataron una guardia de bichos de luz, para alumbrarlos y no sentirse tan solos. Mientras alumbran pobremente los paso dudosos, cantan spirituals con voz de barítonos. Algunos desentonan, pero en aquel silencio retumbante, es bienvenido.
Al cabo de un par de horas, cansados y perdidos se sientan a comer cometas recostados sobre panzas de ballenas. Se miran, sin pronunciar palabra, fruncen el ceño a lo sumo. Al rato empacan las pocas cometas que quedaron. Y vuelven a marchar, seguidos por sus guardias lumínicos, que ahora cantan blues con voces de sopranos. Por lo visto esa oscuridad pegajosa les modifica el tono del canto.
Cuando ya los hipocampos están por volverse, ven como a cinco cuadras una potente luz celeste, entusiasmados saltan hacia los costados. Corren, luego reptan. Al llegar al lugar de la luz ven una concha marina enorme, sobre ella una hermosa mujer de cabellera rubia, larga y sedosa, que se le enreda alrededor de las curvas de la cola escamosa y tornasolada.
Los hipocampos se paran solemnemente frente a ella. De sus ojos caen perlas y nacares y cantan en si bemol: -Venimos a casarnos.
Todo queda en silencio. Los bichos de luz, con caras muy serias, van apagando lentamente sus colas. La luz celeste se hace más y más brillante y lo colorea todo. La mujer los mira muy fijamente, luego estira su larga cabellera y va enredando a los tímidos hipocampos lentamente con ella. Ellos luchan y se retuercen, pero el peso es tan grande que se cansan, y los cabellos se van retorciendo alrededor de sus brazos, piernas, cuellos. Finalmente la mujer recoge su cabellera y la bambolea, y dentro de ella se escucha el tintinear cientos y cientos de cuerpecitos de hipocampo. .

lunes, 1 de febrero de 2010

Nacar

Nacar sobre nacar
alabastro y crema
retumbos, relampagos, relinchos
tus montañas, y las mias
mesetas, aristas, fiordos.
Lluvia, Humedad y liquenes
y tu aliento
y mis murmullos
y el aire humedo
alabastro y crema.

Fuimos

Fuimos únicas e irrepetibles
Juntas recorrimos caminos insospechados
Yo te lleve a recorrer las cimas de eros, y te enseñe senderos
vírgenes, y lugares de sin razón total.
Vos me llevaste a conocer las profundidades de tanatos, y desde allí
la creación vino sola.
Llegamos y permanecimos en las cumbres más placenteras y luego
nos quedamos en las mesetas abrazadas y exhaustas
Luego nos dio codicia y salimos a recorrer otras superficies, otras pieles
Y ya no fuimos únicas, sino formas borrosas indistintas
De pieles sin distinción, ni marca, buscadas sin ganas, ni afecto.
Y dejamos el eros y fuimos solamente tanatos.

Carolina

Carolina corrió la cortina de baño y abrió la ducha. Como siempre se ubicó estratégicamente de espaldas al espejo. No soportaba verse reflejada, mucho menos a esa hora, cuando aún tenía lagañas en el alma. Se había comprado un espejo enorme, rodeado de lucecitas. Cuando se fueron quemando las bombillas, no las reemplazó, esperaba que pronto no quedara ninguna. Se miró los pies, por si le hubieran salido raíces, levantó las puntas de los dedos.
Sentía que tenia musgos y líquenes creciendo en su cuerpo. Inspiró y espiró, ahuyentando veinte años de decisiones erróneas. Tenía pegada a si una colonia rosa de fulton que no le agradaba, sabía que tendría ese olor penetrado en la nariz todo el día. Dio vuelta alrededor e identificó unas zapatillas horribles, talle enorme, que no combinaban con su departamento. Tenia que empezar a recolectar zapatillas, zapatos y pies que combinaran más con su departamento. Eso de traer cualquier zapatilla a casa, se había transformado en mal hábito. Se desperezó, se rascó la panza, tenia languidez; producto de cerveza caliente y cigarrillos berretas.
Cerro los ojos saboreando de antemano el baño, que le borraría de la piel las huellas digitales que sentía marcadas una sobre otra. Se tocó el pelo, parecía de estopa, seco y enmarañado. Pensó en cortárselo, total lo único que hacia era enmarañarse, y darle la loca idea a la gente que le gustaba que se lo tiraran
Escuchó el agua de la ducha, era como un arrorró, suave y sedante, le dio ganas de zambullirse y ya no salir. Carolina tomo un bisturí, se metió a la ducha y cerró la cortina.

domingo, 17 de enero de 2010

Agua

Como dos seres acuaticos y mitológicos
nos deslizamos por los rincones más inhóspitos
de la realidad, al borde de la locura.
Nos reconocemos y nos vemos sin ojos,
sin bocas, sin oídos.
Sólo sensaciones que nos hacen bregar por más,
siempre más.
Salobre y humeda tu superficie
me genera una sed que nunca voy a saciar.
Hablamos por los poros y nos comunicamos por las escamas.
A nuestro tacto somos frío y caliente, con una extraña tonalidad iridiscente.
Nos reconocemos por lo que somos.
Los últimos.

Medula

Hay días en los que el aire se detiene, y la brisa para, y tu corazón inverna
y todos tus sentidos se desenchufan
y hay días donde pareciera que el aire no entrará más a tus pulmones
y que el agua no correrá más por tu boca
y que el sentimiento abandonó definitivamente el hueco que ocupaba.
En días como esos la desazón se instala, y te llena la médula
y te duele el estar, el ser. el parecer.
En días como esos no me gusta despertar

sábado, 9 de enero de 2010

Creación

Tomó el cincel, las primeras arremetidas siempre eran difíciles, dudosas.
Pasó sus dedos encallecidos, por cada curva, cada rellano que fue esculpiendo. Milímetro a milímetro, pequeños golpeteos de ariete que sacaba polvos a las diminutas porciones del granito más bello y delicado que hubiese visto.
Buscaba la perfección y cada moldura la repasaba dos, tres veces.
Sus sienes se fueron poniendo blancas, su piel se plegó, por los veranos, inviernos pasados frente a su obra, la que le insumió todo su afecto, toda su atención
Un día se dio cuenta que ya no tenia mas que tallar, era perfecta. Pasó sus manos amorosas por el estilizado cuello, las redondeadas pantorrillas, los turgentes senos, las caderas de frío granito, Sintió cada uno de los cortes, las cinceladas, las texturas que conocía de memoria..
Embargada de emoción se abrazó a su obra y lagrimas de concreción, de final
mojaron el cuerpo cincelado. Comenzó entonces una simbiosis, y a cada lagrima que iba mojando a su figura, cambiaba su color, su textura, su temperatura.
La escultora se separó de su creación y se encontró paraba frente a la más hermosa ninfa que hubiera pisado la tierra. Se quedaron mirando eternamente.
La chica se movió entonces, bajó de su pedestal al mundo humano. Tomó a la escultora en sus brazos y la besó en los labios, como sólo una creación puede besar a su creador, con toda la pasión y el amor que se otorga a quien nos ha hecho únicos.
Y la escultora ante tanto sentimiento derramado, ante la pasión libidinal desbordada de la que era objeto, se convirtió en el más hermoso granito blanco que se hubiese visto.

martes, 5 de enero de 2010

El Guerrero y La Diosa

Las mamaicunas me contaron la historia. Me contaron que la diosa primigenia botó su sangre menstrual por los confines de la tierra.
Llegado el día, la pacha brotó matriz, y la matriz tembló y escupió y se convulsionó y fue útero fecundado con sangre nueva. Y de él brotaron hembras, hembras de la diosa.
Pero estas hembras se perdieron por los siglos. Se desconocieron a sí mismas y a sus ancestros.
Así un día el consejo de las ancianas, viendo que había que recuperar a la hembra. Botaron sangre nueva y la pacha nuevamente dio útero fecundado y del útero salieron hembras, con la sangre primigenia, y fueron diosas.
Y diosa soy yo, y diosa es ella, y diosa es él.
La diosa es madurez, es cobijo, es madre, es tierra, es poder y sabiduría, y es amor.
Entonces vino el guerrero y se paró soberbio y pedante delante de la diosa.
La diosa lo mirò, sacó su espada de filigrana de oro, y echó a rodar su cabeza, y de un puntazo le sacó el corazón.
Porque la diosa es benevolencia, y el guerrero estaba más allá de la sanación.
Y en todas las lunas llenas vas a ver a la diosa bailando, la danza maternal de la tierra, de la mujer, del amor, de la fecundidad.
Únete a la danza, no te niegues. Porque los tiempos que vienen son de la diosa.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Bubullita

El ángel de la guarda de bubullita la cuidó año tras año. Sus primeros pasos, el cortar de dientes, sus primeros bucles. Las sonrisas de encias desdentadas. Manitas, piecitos y rollos.
A la edad de tres, cuando fue despedida por las escaleras, trató de frenar la caída, por lo que sólo tuvo magulladuras.
Los ojos verdosos, las pecas, los mocos.
Cuando fue embestida por un sartén, frenó el impacto y sólo se le cayeron dos dientes.
Pestañas eternas, rodillas juntas, el ombligo con pelusa.
Cuando casi se muere ahogada por la estufa, abrió un poquito más la ventana y sólo se le llenaron un poco los pulmones.
Piel de satin, mofletes, y mohines
Un día el ángel de la guarda vió que no habría un final feliz para bubullita, y cuando se estrelló a fuerzas con el colchón, no aminoró el empuje, ni le insufló aire, ni le corrió las sabanas. Simplemente la acompañó, quieto y en silencio, las lagrimas cayendo por su rostro.
No hay nada peor que un angel de la guarda desesperanzado…