lunes, 1 de febrero de 2010

Carolina

Carolina corrió la cortina de baño y abrió la ducha. Como siempre se ubicó estratégicamente de espaldas al espejo. No soportaba verse reflejada, mucho menos a esa hora, cuando aún tenía lagañas en el alma. Se había comprado un espejo enorme, rodeado de lucecitas. Cuando se fueron quemando las bombillas, no las reemplazó, esperaba que pronto no quedara ninguna. Se miró los pies, por si le hubieran salido raíces, levantó las puntas de los dedos.
Sentía que tenia musgos y líquenes creciendo en su cuerpo. Inspiró y espiró, ahuyentando veinte años de decisiones erróneas. Tenía pegada a si una colonia rosa de fulton que no le agradaba, sabía que tendría ese olor penetrado en la nariz todo el día. Dio vuelta alrededor e identificó unas zapatillas horribles, talle enorme, que no combinaban con su departamento. Tenia que empezar a recolectar zapatillas, zapatos y pies que combinaran más con su departamento. Eso de traer cualquier zapatilla a casa, se había transformado en mal hábito. Se desperezó, se rascó la panza, tenia languidez; producto de cerveza caliente y cigarrillos berretas.
Cerro los ojos saboreando de antemano el baño, que le borraría de la piel las huellas digitales que sentía marcadas una sobre otra. Se tocó el pelo, parecía de estopa, seco y enmarañado. Pensó en cortárselo, total lo único que hacia era enmarañarse, y darle la loca idea a la gente que le gustaba que se lo tiraran
Escuchó el agua de la ducha, era como un arrorró, suave y sedante, le dio ganas de zambullirse y ya no salir. Carolina tomo un bisturí, se metió a la ducha y cerró la cortina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario